Lo que más me gustaba de él era que todo parecía diferente… escuchaba con la boca, acariciaba con la lengua y veía por las orejas. Todo, todo era excepcional. A veces cuando volvíamos a casa después de una noche larga y luminosa, vomitaba las drogas sobre la acera, antes de entrar, como si fuese un ritual, y luego en la cama, en la cama las echaba de menos. No era capaz de ascender al cielo sin ayuda.
Era una persona llena de rituales, los tenía por todas partes, incluso algunos, esos que siempre sobran, andaban por los cajones, o en las viejas cajas de zapatos que servían de contenedores, y que nos producían risa al pensar que jamás podrían ser continentes en el mar.
Un ritual era la expresión. Servía para animar una conversación o caminar por una ruta perdida, cosa que hacíamos solo en el otoño. ¡Cómo le gustaba el otoño! pensaba que todo el año debería ser así, tener ese aspecto donde se retira lo muerto y aparece el esqueleto. Él se pensaba un ser esqueleto, porque todo lo daba, todo lo mostraba.
Estuvo quieto un momento, escuchó sacando ligeramente la lengua, quería acariciar una música lejana que andaba perdida; la quería para sí, pero no se podía quedar con ella, estiró mucho las manos, tanto que comenzó a andar con ellas y en un arranque de viento, desapareció. No volví a verlo nunca más, ni siquiera cuando mis ojos se posaban en los contenidos de sus continentes de cartón y se iban desplazando hacía los lados, aprendiendo a ver con las orejas.
Mil años viví en su recuerdo, perdí los míos propios, mi fisionomía empezó a cambiar, ya no era yo, era él y solo deseaba despertar y ver un otoño cualquiera para poner mis manos en el suelo y empezar a volar.
Archivo por meses: abril 2014
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (13)
No sé cómo explicarlo, pero aquí, en Enciernes, se pierden los días. Por ejemplo, tuve uno donde lo pasé bien, fuimos a caminar, aprendí cosas sobre las plantas y me recliné un buen rato en el lomo de un árbol viejo. Comí delicias de las matas y bebí un jugo trasparente que cae por entre las rocas… y este día no lo encuentro.
He preguntado a ver si alguien lo había visto por algún lado, que es mío y me da cosa tenerlo suelto, descontrolado. Me dicen que aquí eso es normal. A veces ves los días de otros y si te parecen majos te los puedes quedar. Me preguntaban por el lugar de donde venía, al ver que me extrañaba, no podían entender ese gusto por la posesión. Me dejaron con tranquilidad, nadie maltrata los días, ni los propios, por si sirven para otros, ni los que van tomando por el camino.
Ahora que sé que se aprovechan tanto procuro no dejar nada suelto, me comprometo y al momento cumplo, me ofrezco y voy; ando deseando encontrarme con alguno de los míos en otras manos, para ver si al usuario le fue tan bien como a mí.
Día 26 de abril.
En Enciernes puedes conseguir vestirte con nombres propios; llevar una camisa de tal, unos calcetines de cual, sea lo que sea, las prendas se realizan con los hilos de sudor. Cuando se trabaja, se suda. Cuando se camina, se suda. Si ríes, si bailas, o hagas lo que hagas, si se suda, se suelta hilo. Aquí el sudor se convierte en filamento y unidos hacen un hilo que sirve para este fin.
Si el hilo es grueso, consistente y en tonos ocres, es de trabajo, si ves que vuela como con antojos, viene de un baile acompasado. Siempre varía y se mezclan para conseguir distintas texturas y colores. Hoy por ejemplo, llevo una camiseta hecha con los fluidos de un alfarero, tiene ese color bonito del barro cocido. Los pantalones deben llegar de un pescador, brillan como si tuviesen escamas y huelen un poco a medusa. Los culeros son finos y suaves, seguro, seguro, se hicieron con los hilos de un sudor enamorado, ese que huele a dos y se consigue cuando se hace algo importante, como besar, el amor…
Día 27 de abril.
En Enciernes hay cosas superables e insuperables. Superable es el cansancio, descansas. Insuperable es el caminar con los pies de otro.
Hubo un tiempo en el que las acciones eran comedidas, relativamente estudiadas para sacar de ellas el mayor provecho, hasta que se decidió que esto era una pérdida de tiempo. Unos decían que había que aprender de los errores y otros, estos lo gritaban, que no, que si había que aprender que fuese de los triunfos. Cierto es que estos convencieron a los otros, daban buenas razones, exponían bien los puntos y por esto ahora cuando pasa algo que no gusta, rápidamente se consulta en los apuntes de los que lo consiguieron, y se retoma, se rehace a sabiendas de que saldrá bien. Si por una de aquellas a la primera fue la vencida, tienes que apuntarlo, para que no se olvide como se hizo y los que lleguen sepan cual es el buen camino. Los caminos malos no interesan, no sirven para nada y son rápidamente transformados.
Día 28 de abril.
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (12)
Encontré un descansado, parecía tan acomodado al entorno que solo me limité a saludar con la sonrisa; me la devolvió y sentí que era un ofrecimiento, quizás no una invitación, pero mis pies se negaban, ni poco, ni mucho querían avanzar, ellos no saben lo que es la compostura, ni la educación. Me senté a su lado, con cuidado no fuese a incomodarlo. Sin mirarme comenzó a hablar.
“Antes de venir a Enciernes, deje en libertad mis buenos ratos, aquellos a los que me aferraba con cuerdas de miedo, por temor a perder lo que tenía, pensando que jamás volverían a suceder. Llegué sin maletas, sin peso, casi caminaba flotando al compás de la respiración, como lo copian los bailarines. No dudé ni por un momento, los vi alejarse sin mirar atrás, y tuve la sensación de que nunca habían sido míos. Vine y no busqué, no necesitaba nuevos buenos ratos, yo era el mismo tiempo bueno. Bueno y malo a la vez, que ya no quería acaparar momentos. Aquí nada es necesario, pero hay algo que te retiene con ligas invisibles, de felicidad, quizás un tanto peligrosas.”
Me quedé pensando en mis ligaduras, en lo que había dejado atrás y lo que no, y me di cuenta de que los momentos los tenía bien atados, no son los recuerdos, es el modo que tengo de sacarlos a la luz y aquí nada de eso importa.
Día 22 de abril.
Aquí nadie puede decir que la vida sea hermosa. La vida en Enciernes es bella, singularmente bella y aun estando todos conformes con ella, es menester quitar de en medio tanta preciosura. Uno cree que son las hojas caídas de los árboles las que atascan las tuberías, pero no es así, es la misma belleza del otoño el que lo emboza todo. Uno piensa que es el exceso de sal lo que le da ese color al mar; no siendo esto cierto ya que es su propia lindura la que lo consigue. Y es tanto así que la misma belleza de las personas les obliga a ser altivos, que la lindeza tiende al ascenso (véase el cielo) Por esto y otras cosas hay que cuidar la vida como se cuida un jardín, que se deja listo para ser olido o visto y que no dañe al ojo o al olfato por exceso.
Día 23 de abril.
En Enciernes puedo sentir y no solo lo que toco, puedo hacerlo por debajo de la piel; siento la sangre correr y los meandros que hace cuando se bifurcan las venas. Puedo notar el pálpito del corazón, que es la emoción misma del recibimiento, cuando se ve bañado por el bendito caldo denso y rojo que tiene el cuerpo para decirte que está vivo. Mejor dicho, que no está muerto. Siento lo que toco y lo mancho de sudor. Siento lo que huelo y lo mancho con la respiración, y me voy, poco a poco, perdiendo entre mi aliento y el de todo lo demás. Me ha costado darme cuenta de que esto no es un lugar cualquiera, es, ese momento en que el pensamiento crea algo y la vida, algo superior a la vida, le da forma, a veces real y otras solo en proyecto.
Día 24 de abril.
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (11)
En Enciernes no hay trabajo, nada, ninguno, no lo hay. Y las cosas se hacen, se resuelven las carencias y se da gusto a las necesidades. En Enciernes no hay trabajo, nada… Los veo y parecen atareados, hacen muchas cosas y no lo hay. He preguntado si es que les falta la palabra, que puede ser, y me dicen que no, que la conocen, pero que no la usan, es más, alguno me indicó que es un poco insultante. No hay trabajo, no lo hay. Por fin he encontrado la solución a este enigma, aquí las cosas se hacen como lo haría una mujer, una de las de nuestro mundo, con ese doble sentir, el ver las consecuencias con cierto enfoque al futuro y el desear agradar y facilitar la vida a uno mismo y a los demás. Se hacen cosas, se limpia, se fabrica, se cocina, se monta, se… todo lo que sea necesario para que nada falte, pero no se hace a cambio de algo convertido en pedacitos de metal o papel. El pago es la buena y ordenada vida para todos, eso que nunca tendrá precio y que se llama subsistencia.
Día 19 de abril.
Tengo la sombra revolucionada, la tengo muy vista y sin embargo, ahora me doy cuenta de que me sonríe constantemente, se acuesta en el suelo, se inclina sobre unas piedras, me mira y es que aquí en Enciernes no consigo retenerla. Antes la veía a mi lado, constante, poco amigable, pero con un punto, qué pensé cariñoso, ese que le hacía sentirse ligada. Luego poco a poco intenté no darle importancia, y no lo hacía cuando los seres densos la pisaban, o cuando un coche le pasaba por encima. Sé que esto no le gustaba, lo sé ahora, me lo dijo el otro día y volvió a sonreír cuando le dije que podía irse. Sonreía, se carcajeaba, se me acercaba mucho reproduciendo fielmente mi forma; no se irá, no quiere, nos pertenecemos. Ella es el enlace que tengo con la luz, y yo, lo soy para ella en la densidad. Somos dos y somos una, somos.
Día 20 de abril.
Hoy hubo un bienestar suelto en Enciernes. Allí estaba en la plaza, corriendo de un lado a otro, tocando los bancos, las macetas, a las puertas de las casas, todo lo tocaba. Cuando se cruzaba con alguien, literalmente, se cruzaba, lo traspasaba y les dejaba una sonrisa en la boca. Aquél lugar empezó a iluminarse y sonaba una música lejana, agradable, muy agradable.Todos empezábamos a emocionarnos, tanto que el bienestar se sintió abrumado. Fue un baño feliz que se instaló en la plaza por unos momentos, y lo fue, porque alguien llegó con una escoba y comenzó a barrer. El bienestar esparcido se deshacía, perdía consistencia y todos volvieron a sacar de los bolsillos aquel que era de uso propio, el que se consigue con el esfuerzo de cada día.
Día 21 de abril.
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (10)
En Enciernes es de noche, alguien cerró la puerta y el día no puede traspasar la barrera que forma un puñadito de lunas de distintos colores. Se dice en las paradas de autobús (cosa extraña ya que nunca vi un vehículo de estos) se comenta bajo los bonitos templetes, que estas lunas son causadas por los amores imposibles. De tanto mirarse entre los amantes pierden el sentido del respirar, y es entonces cuando los pulmones, contentos por el evento, provocan a las narices y estas, en su algarabía, sueltan pequeñas burbujas de mocos, en el tono normal de estos, un definido irisado, que al ascender va tomando posición en la paleta colorífica del cielo, formando lo que se llama, coloquialmente, lunas. Es curioso notar el que al conseguir, los amantes, el disfrute total de su pasión amorosa, las lunas expedidas por ellos explotan. Suena entonces una melodía armoniosa, que da pie a la posibilidad de la reproducción; los nacidos bajo ese influjo tendrán el tono de la piel tal cual sus lunas, una mezcla divertida que desaparece al decir la primera palabra, que nunca es mamá o papá, es otra cosa indefinida y por supuesto recién inventada.
Día 15 de abril.
En Enciernes hay lo que hay. He intentado contar las gentes, las cosas, los lugares… y me ha sido completamente imposible, ellos o quizás sea yo, cambian de sitio constantemente; pareciese que no están conformes con la ubicación. Miraba este detalle con curiosidad, me acercaba a un vecino a preguntar por tal o cual cosa que había visto el día anterior y con risas me daba una dirección sin detalles; encaminada con esperanza, se me pegaban las flores a los pies, las ramas se excedían sombreando mi camino y otros del lugar corrían sobrepasándome para tomar posiciones. Entendí que no avanzaba, y es que había olvidado a dónde quería dirigirme.
Paré, respiré y sentí que solo podía conocer el camino andando, las situaciones vividas, las cosas vistas. El devenir es un desconocido para mí, para ellos, uno al que hay que ponerle buenas caras para que se muestre amigo y es que el futuro es un colaborador, no un lugar.
Día 17 de abril.
En Enciernes no se conocen los prejuicios, aquí nada es lo que parece y por lo tanto no se anda juzgando, ni siquiera como entretenimiento. Importa poco si fuiste o hiciste, lo realmente importante es si eres de los que sientes que el presente es importante. Importante por ser algo único que no volverá a ocurrir.
Se cuentan historias sin moraleja, ya que son pasado, y cuentos sin pena ni gloria, nada que los haga parecer algo rebozado en deseo. Nunca nadie dice “Fin” cuando se termina un relato, se dice: Hasta luego, Hasta pronto, o un rotundo Continuará. Es la manera feliz que tienen las historias cuando ya se cansaron de contarlas o aun no han sido inventadas. Hay gente que se dedica a esto durante toda su vida, no son cuentistas o escritores, son hiladores de palabras, y en la forma coloquial se les llama Tejedores, que no hay problema con los que hacen telas, a esos les llaman Teloneros, que no son los que tocan antes de que otro lo haga, nada similar a lo conocido, aquí todo el que toca (un instrumento o forma un grupo), trova, o teatraliza, tiene la misma dignidad, incluso si no se es muy diestro en el tema, jamás le harán un feo, pero a buen seguro al día siguiente tiene un par de maestros desayunando con el.
Día 18 de abril.
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO.(Explicación 1)
A veces pasa, en Enciernes, que si cierras los ojos por un determinado espacio de tiempo, y luego los abres adecuadamente, pasan cosas que no tendrás ganas de explicar.
No son inexplicables, porque aunque no las entendamos están, incluso siendo veladuras de la realidad disminuida. A ver si consigo exponer lo que ocurre, de manera precisa y afinada.
Si esto fuese un manual, diría: lee primero, en el primer punto; si no lo fuese, no diría nada, pero a buen seguro con el segundo punto, nos quedaríamos tan anchos y entraríamos al juego del dormir, entonces, sueltas la pierna.
Punto dos: cierra los ojos. Ciérralos con suavidad, con cuidado de no hacer que las pestañas se enreden unas con otras y tengamos que acudir a la peluquería de pelos pequeños.
Punto tres: no olvides respirar. Punto cuatro: si estás respirando puedes pasar a darte cuenta de que al inspirar no solo se te llenan los pulmones y demás huecos pectorales de aire, se da el caso de que también lo hacen las cuencas oculares y cuando esto pasa se oxigena el pequeño conducto que recoge las visiones, las reales, y las mezcla con lo aprendido. Al expirar, lo aprendido se relaja y deja paso a lo imaginado, salpicado con gotas de deseo. En el punto cuatro, en siendo consciente del buen manejo de esto, puedes abrir uno de los dos ojos. Con sumo cuidado, lentamente, saboreando la claridad (cuando se tiene experiencia, el párpado no tiembla, obedece la orden) Ese ojo abierto comprueba que la vida sigue y se pone contento. Procura controlar la emoción, es posible que al ser algo nuevo, la vida que ves no sea real, del todo real.
Punto cinco: Vuelve al modo plegado el párpado. Sigue respirando, así, continuadamente. Ahora repite la acción pero con el otro ojo y, esto es lo importante, ten control en el deseo de abrir los dos ojos a la vez. No lo hagas, de hacerlo volverás a ser una persona normal, sin mayor historia, ni una película de comedia o drama. Con esta acción, abrir el otro ojo, se consigue algo espectacular. En cualquier otro lugar del universo, no ocurre singularidad alguna, aquí, en Enciernes, cuando consigues hacer este ritual, el segundo ojo te muestra la vida que no es real. Te muestra cosas similares a las anteriormente vistas, pero para nada lo son.
No hay más puntos, solo advertencias amables, como que si no te sientes capaz, no continúes con el ejercicio. Puede darse el caso de que al terminar, cuando se vuelve al estado normal, con ambos ojos abiertos, se de el caso de que la realidad se mezcle con la ficción y no sepas muy bien por donde tirar.
Dicen los más viejos del lugar que si haces esto todos los días, un par de veces, acabas siendo un hombre poderoso capaz de dominar los temores y tener fuerza extra para todo aquello que te propongas. Ellos, los expertos, son capaces de recrear mundos infinitos, lugares hermosos donde todo es posible o imposible, rico en matices y cargados de emociones. Así cuando les ves ejercitando, o solo siguiendo el ejercicio, sus caras se vuelven transparentes, sus cuerpos blandos y de no ser porque algo etéreo les une al resto de los habitantes de este lugar, podría darse, se les nota, se dan casos, de desapariciones. Quedan en un lado, el del ensueño y la libertad, el que no es del todo real, pero siempre necesario para la supervivencia.
Día 16 de abril, 2014
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (9)
Tengo en Enciernes una duda que se compone principalmente por un interrogante pesado; son pesados los interrogantes estos, no se les puede dejar solos ya que es posible lo vayan tiñendo todo con ese tono amarillento que usan para definir las preguntas. He ido dando toques suaves a los vecinos y solo consigo engordar más y más mi duda. Ya poseo una de tamaño considerable, enorme, diría yo. Gran duda, me dicen. Y voy cargada de un lado a otro, intentando buscar una respuesta. He añadido nuevas dudas a mi duda, y lo estoy empeorando. Me sobrepasa en altura esta situación, y no es una duda de esas herméticas, cabezonas con lo suyo, imposibles de tranquilizar, que no de responder. Es más bien una cosa amable, simpática y hasta cariñosa… la muy ladina… Uno cree tener varias, las justas, pero está engañado, es la misma y no te mira con buenos ojos.
Por fin a la plaza llegué y allí, todos mi duda vieron. Corrían los niños a su alrededor, y las madres les gritaban desde lejos que no la tocasen, porque estas dudas suelen ser contagiosas y luego hay que organizarse para sacárselas de encima. Me vieron tan preocupada con la pesada carga que tuvieron a bien ayudarme. Se la comieron con una rica ensalada de legajos donde están escritas todas las respuestas.
Día 12 de abril, 2014
En Enciernes te puedes encontrar legajos, cientos de legajos por todas partes. Unos solo son lechugas encantadas, que lo están, porque en ellas escriben sus historias los lechugadores, que son los que las cuidan y las ayudan a nacer, algo así como las comadronas, pero de lechugas. Hay pequeñas discusiones entre los que utilizan las finas patatas cortadas en láminas y los de las estilizadas cañas del bambú; unos dicen que un legajo debe ser naturalmente plano y otros se las apañan para todo lo contrario, usando a bien su entender les rote por las mañanas. Y es que aquí, en Enciernes, todo lo que ha de ocurrir se escribe, en siendo un suponer. No crean ustedes que este lugar ya está predeterminado, para nada señores, más bien lo que está es deseado y como en cada uno de sus habitantes hay un escritor, un músico o un pintor, es posible que quieran dejar constancia incipientemente, luego si las oportunidades caen, como el rocío, justo cuando el cielo abre uno de sus ojos, es de cierto que se animen. Canta el que escribe, pinta escribiendo el que canta y así en cada recodo puedes encontrar una historia sin fin, qué esto es lo mejor, nada se da por terminado.
Día 13 de abril, 2014
En Enciernes hay un señor que tiene una pequeña cajita con todas las palabras. Allí dentro se encuentran todos los signos de admiración, las comas, los interrogantes, el punto y final… y miles de palabras, la cual más bella. Cuando te acercas a él suena una música, es la suya propia de acompañamiento, la que describe el día que tiene. Si está feliz y contento por haber repartido muchas palabras, la tonadilla es alegre, casi divertida; pero si por la contra, las gentes en su natural avío no recogieron algunas o fueron pocas, la canción se muestra tristona, como una música de esas que necesitan de muchos instrumentos y solo salen de una pequeña flauta de pan, parece angustiada.
Me acerqué con la idea de pedirle un par de palabras bonitas con las que hacer una frase que me acompañase en el día. Una que dijese lo feliz que uno se siente en este lugar y que sonase como suena mi respiración cuando camino por la orilla del mar o de un río.
Tomó la cajita con sumo cuidado, sopló un poco el polvo de la tapa, que no es por dejadez, es porque… ya se verá el motivo… Como le había pedido un par de palabras y no una, que es lo suyo, las tomó al descuido, dejando que fuese la mano inocente la que hoy me hiciese llevar la voz por el mundo. Allí aparecieron dos impresionantes y bellas palabras, una era un singular adjetivo y la otra una hermosa preposición. Me las mostró, como lo hace con todos, acercándomelas mucho a la nariz y las sacudió, entrando por mis orificios con un picorcillo similar al que uno tiene cuando mete la lengua en un cuenco de guasabi. Estornudé, un estornudo de esos en que parte de tu cerebro se menea al compás y en esas no salió nada. Al resto de los habitantes de Enciernes les sale un polvillo dorado que es el resto de las palabras absorbidas del día anterior, por eso la cajita tenía polvo en su tapa. Ahora puedo caminar segura de saber el nombre de todo lo que veo, poder darle un bello adjetivo y tener siempre a mi lado una buena preposición, por si las moscas.
Día 14 de abril, 2014
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (8)
En Enciernes la Claridad se hizo a sí misma, fue apagando las luces que intentan iluminar los espacios cuando ella falta, incluso las pequeñas mariposas de cera que hacen el honor al altar que le levantan por las noches. Ese real lugar donde se aparcan los deseos diurnos y se manejan los que por ser de roce se usan en compañía. Y es que la oscuridad da mucho juego, hace de los reflejos sombras densas y en el no saber, un reinado. En la penumbra caminan los ciegos y ven más que nadie;
Llega la Claridad para charlar con los despiertos, les sonsaca los sueños y se los desayuna. A cambio te regala las ganas de vivir, pero solo unas pocas, hasta que le de por largarse a visitar otros lugares. Pareciese una rutina, pero no lo es, en muchas ocasiones se quedó por días y es entonces cuando los habitantes de este lugar inventan los cuentos, que son sueños, más interesantes. juegan a ser dragones los ratones y los papeles pierden el orgullo.
Día 9 de abril, 2014
En Enciernes el agua ronda los tobillos, aspira a ser lo que salpica las caras y es que está enamorada. No todo el agua, solo algunas gotas que juntas hacen chorros o una lluvia de solo mojar. Cuentan la historia de que aquí no había humedad alguna, andaban secos levantando polvo. Solo había árboles de gran tamaño y singulares frutos, bastante secos y escuchimizados, pero llenos de vitaminas. Se lavaban la cara, por ejemplo, con arena de la playa y bebían pura salvia o miel con agua de mar. Así iban trasteando los días hasta que llegaron los grandes algodones flotantes. Al no tener agua en tierra para alimentarlos iban cayendo lentamente; aquí hace calor natural, el que sale de la tierra por la fogosidad que tiene. Al principio era divertido, pero luego se fueron aposentando y hacían imposible el andar. Separaban más que unían y esto provocaba tristeza, tanta que alguien empezó a llorar perlitas de sal. Fue con esas perlas las que al llegar al mar lo enloquecieron, eran de amor y provocó una gran emoción en este. Empezó a elevarse como de vapor y las nubes que ya caían recogieron el gusto… así comenzó a caer en tierra una forma de lloro limpio y reluciente que hizo los ríos y los lagos. Ahora siempre que puede intenta llegar a los ojos de los enamorados pero solo llega a los tobillos.
Día 10 de abril, 2014
En Enciernes veo el pavimento cuarteado; deja de ser pavimento para convertirse en camino digno ¿será el mucho uso que le dan, o la edad de la falsa tela que acomoda? Comenzaron facilitando el camino y luego no se podían resistir. Lo noto, es ver uno de ellos y querer rozar mis pies, incluso suena una canción de fondo para que me ponga a bailar mientras avanzo. Hubo un tiempo en que se cuidaban, se mantenían jóvenes, agradaba verlos como cauces secos que conducen a un lugar imaginado. Y es que los caminos hacen eso, dignamente, reconducen; se enfadan si te desmadras y cuando empiezan a ver que te diste cuenta de que no tienen fin, es cuando no te dejan parar. Por esto no se cuidan, para que se rompan, para que no lleguen nunca a parecer lo correcto; porque lo correcto es algo que está por descubrir y los viales no son los parámetros de nada. Los trazó uno que llegaba tarde, o que deseaba llegar, sin más.
Día 11 de abril, 2014
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO.(7)
En Enciernes ocurren cosas increíbles y por lo tanto es menester que uno allí se sienta un tanto apocado. Hablas y no ves que las palabras salgan como de costumbre, se sosiegan y te miran. Escuchas los sonidos naturales de esta zona y los ves, cosa curiosa esto de ver los sonidos; tienen unos colores hermosos, quizás un poco exagerados para el ojo no acostumbrado. Veía una A mayúscula dar golpecitos contra el suelo, esperando ser reconocida, con ese encanto que tanto afemina los vocablos, y la verdosa Ge, que me guiñaba un ojo con simpatía. Salían al paso en grupo, dando significado a la charla y yo no podía seguirles el paso de tan fluidas que iban. Sentí que me desesperaba y escupía sílabas como un tartamudo cualquiera y estas no corrían, esperaban a que acabase para estar abrigadas. O ver que las frases son palabras que juegan en grupos y se corren una fiesta con la intención. Y la cordura le quita importancia a todo lo dicho.
Día 6 de abril, 2014
En Enciernes se sale de los lugares con la idea de no llegar. Sales por el placer de verte avanzar, y esto es lo interesante. Buscas un propósito relativo, como todos los propósitos, uno bien vestido, que use guantes para no implicarte demasiado, y te pegas a el como un moco se pega a un filtrum, por las vistas. Los transportes se comen sin remedio; trenes de mantequilla deslizante, coches de merengue tembloroso; las bicicletas mantienen su compostura de dulce de batata con queso y puedes ir chupabicicleando. Nunca llegas, pero desayunas.
Día 7 de abril, 2014
En Enciernes hay niebla espesa. Dos días llevamos sin vernos los unos a los otros, no vemos los lugares, solo los percibimos y es como una especie de presencia que ronda lo espiritual. Escucho los cánticos hermosos de las personas, el rondar de las cosas o los cuchicheos, que a veces se elevan a gritos de las plantas. Dicen, “¡percibe!” y te empeñas más en esto, ver sin ojos, mirar más allá y comprobar que las cosas están cambiando. Me han dicho que cuando pase será diferente, que es un aprovechar al descuido para cambiarlo todo. Siento el movimiento pausado y acompasado, como un ritmo musical; yo misma puedo pisar la niebla y me cambia los pies, cuido no vaya a estropear nada, pero no es importante, también cambiará. Estoy aprendiendo a percibir desde el supuesto que nada está impuesto, y ya no es un suponer, porque en la neblina todo da un poco igual.
Día 8 de abril, 2014
ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO.(6)
Amanecí nublada en Enciernes, un vapor se desprendía de mí y calculé mal la espesura. No era fiebre, quizás el resultado del día que esperaba, esto sin haberse dado el caso, solo por pura intuición mía y de mis espesos sudores, que olían a guiso lento para la comida. Salí del espacio ese donde uno duerme, que no es una cama solamente, es un principado en el que se dan cita los deseos y las acciones, y entre ellos discuten quien tuvo mejor paso. Uno que duerme no está muy al tanto y cree ser el actor, cuando solo es la causa. Continuaban mis ojos nublados, como una imagen que se estuviese componiendo tal se miraba, había que estar muy al ojo, que todo cuenta y los lados son importantes. El frente, al frente, está el protagonista de una historia que bien puedes ser tu, a los lados caminan las circunstancias y por detrás… por allí no se sabe qué ocurre. Si tienes curiosidad te giras, sin más, pero sin brusquedad, es posible que se tenga que hacer, como es preceptivo, el pasado siempre queda por hacer aquí.
Día 3 de abril, 2014
En Enciernes, un día me nublo, y al siguiente es el cielo el que pareciese rezuma vaho. Tiene un color singular, nunca antes lo había visto y es tan denso que creo lo puedo escalar. Veo gente arremolinada en torno a un peñasco, están cortando pedacitos de cielo para desayunar o para hacer jabón. Otros, en otro punto, tienen preparados grandes cestos, veo caer del cielo personas, animales o cosas. Me acerco con un pedazo en la mano que voy degustando con placer; sabe a rico indefinido, sabroso cielo para todos los gustos, un poco salado para mi lado derecho y dulce para el izquierdo. Me acerco y veo los cestos llenos. Hay cosas de colores que por sus formas se me antojan útiles de vida, hay un clasificador de sentimientos que para mí lo quisiera, o un escurridor de ideas que sirve para las ensaladas. Parecen hechos de materiales duraderos, pero a todas luces se da una cuenta de que no permanecerán en este estado por mucho tiempo. En otros cestos hay animales mezclados, ratas con melenas de león, peces voladores o caballitos de mar en tierra. Hacen lo que hacen los animales caídos del cielo, comen. Se comen unos a otros, o el mismo cesto y ya caen desparramados por los campos. Los humanos que han caído tienen buena pinta y se les aprecia de todas las edades, de no ser porque no se parecen unos a otros, diría que eran familias enteras cayendo a distintos cestos. Están húmedos, casi lo mismo que yo cuando me levanté nublada. Son gentes que hablan lenguas extrañas y curiosas, pero se hacen entender con gestos y moviendo mucho las manos y los brazos. Alguno los mueve tanto que se eleva de nuevo y es absorbido por el cielo. Veo que esto debe ser normal aquí, no hay caras de sorpresa, ni vocablos de exceso, todo es tranquilo y cotidiano.
Día 4 de abril, 2014
En Enciernes, los días hoy, se ponen hermosos. No es que otros días estén menos perfilados, es que hoy se han rotulado mejor. Es decisivo mirar lo que nos rodea y explicar la ubicación espacial de este lugar. Salía en todos los mapas de esos donde le quitan importancia a las personas y realzan la montaña o el riachuelo, la vaguada o una meseta sosa y vacía de contenido. Así salían ellos formando cascadas, o pareciendo un cucurucho en lo alto de la montaña. Al unísono se vestían con los colores del uniforme de la geografía, hora verde intenso, hora blanco frío y en ocasiones usaban el azul y se colocaban en fila para engañar al ojo que piensa ve un río bajar por una ladera cualquiera. Así marcaban los contornos para el que mira un mapa; siempre lo hicieron, hasta que la bebida alcohólica les regaló el olvido y es entonces cuando inventaron los corrimientos de tierra, solo por justificar. Era tal la juerga “colocativa” que desde los mapas se iban enfadando y al pretender visitar como diría aquel, in situ, la zona, para así comprobar que sus lentes no estaban defectuosas, tenían que ir montando espectáculos disuasorios, regados siempre con buen néctar, vermú, que es aquí la jalea poco real de las flores.
Día 5 de abril, 2014