Creo que ya puedo decir que hemos llegado a Enciernes y que es tal y como me lo habían contado. No terminaron el relato, porque dicen que nadie de los que por aquí estuvieron son capaces de terminar nada y a mí me da igual saber que hubo un principio y que no volveré a tener un final, aquí quiero saber si podré perder la carga que traigo, esa donde dicen que todo está escrito y que la mentira esta subrayada y que no puedo tenerlo todo porque el Todo está también inacabado. Por eso le llaman infinito a las grandes cosas y están equivocados. En Enciernes la vida no se puede decir que ha comenzado, porque por lo que veo, andan de preparativos, iniciando el proceso, que lo quieren dejar bonito por si se da el caso de ir tejiendo.
Día 30 de marzo, 2014
Me puse tonta y quise hacer unas fotos a Enciernes. Saqué esa cámara que siempre llevo a todas partes y que tiene un agujero en un lado, a fuerza de clics se hizo y a la fuerza quedó marcado para cuando meto el dedo hasta dentro y le toco el alma que todas las máquinas que chupan el instante tienen. No hice cien, ni mil, no se puede hacer mucho cuando nadie está preparado, todos quer
ían estar al frente y no paraban de sonreír. Tanta risas había, tanta era la luz que desprendían que al revelarlas, las tomas quedaron deslucidas; tuve que buscar el color en las flores de los alrededores y pedirles prestados los verdes, los rojos y amarillos. Al cielo lo que es del cielo, que es el aire azul y al mar su furia para revolver los blancos y que pareciesen olas. Pedí prestado un pincel y alguien se cortó un mechón de pelo. A la tarea estaba sin darme cuenta de que ellos solos hacían las mezclas y que ahora tenía unos retratos de seres alados y peces brillantes.
Día 1 de abril, 2014
En Enciernes el campo es playa por la noche, que las plantas se retiran al monte a dormir. Es curioso esto, no me lo esperaba, pensé que un atardecer sonrosaba el camino y que al irse el sol las luces se atenuaban. No era esto, sin duda. Los caminos toman color de flor y la tierra se tiñe de ocres que salpican a las piedras con delicadeza. Estas, las piedras, son blandas porque son finas, como señoritas de un burdel, duras por dentro y flojas por fuera. Son lo que son, por negarse a ver que ningún culo se enfade con ellas; así es que aquí no se usan camas, te postras en las piedras solo para hacerlas felices. A veces, si están de buen humor, botan de un lado a otro, y gritan fuerte para que no te tropieces con ellas. Las piedras son así, buenas y con un gran corazón.
Día 2 de abril, 2014.