ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO.(5)

 

 

 

 

 

Creo que ya puedo decir que hemos llegado a Enciernes y que es tal y como me lo habían contado. No terminaron el relato, porque dicen que nadie de los que por aquí estuvieron son capaces de terminar nada y a mí me da igual saber que hubo un principio y que no volveré a tener un final, aquí quiero saber si podré perder la carga que traigo, esa donde dicen que todo está escrito y que la mentira esta subrayada y que no puedo tenerlo todo porque el Todo está también inacabado. Por eso le llaman infinito a las grandes cosas y están equivocados. En Enciernes la vida no se puede decir que ha comenzado, porque por lo que veo, andan de preparativos, iniciando el proceso, que lo quieren dejar bonito por si se da el caso de ir tejiendo. 

Día 30 de marzo, 2014

 

 

 

Me puse tonta y quise hacer unas fotos a Enciernes. Saqué esa cámara que siempre llevo a todas partes y que tiene un agujero en un lado, a fuerza de clics se hizo y a la fuerza quedó marcado para cuando meto el dedo hasta dentro y le toco el alma que todas las máquinas que chupan el instante tienen. No hice cien, ni mil, no se puede hacer mucho cuando nadie está preparado, todos quer

ían estar al frente y no paraban de sonreír. Tanta risas había, tanta era la luz que desprendían que al revelarlas, las tomas quedaron deslucidas; tuve que buscar el color en las flores de los alrededores y pedirles prestados los verdes, los rojos y amarillos. Al cielo lo que es del cielo, que es el aire azul y al mar su furia para revolver los blancos y que pareciesen olas. Pedí prestado un pincel y alguien se cortó un mechón de pelo. A la tarea estaba sin darme cuenta de que ellos solos hacían las mezclas y que ahora tenía unos retratos de seres alados y peces brillantes. 

Día 1 de abril, 2014

 

 

 

 

En Enciernes el campo es playa por la noche, que las plantas se retiran al monte a dormir. Es curioso esto, no me lo esperaba, pensé que un atardecer sonrosaba el camino y que al irse el sol las luces se atenuaban. No era esto, sin duda. Los caminos toman color de flor y la tierra se tiñe de ocres que salpican a las piedras con delicadeza. Estas, las piedras, son blandas porque son finas, como señoritas de un burdel, duras por dentro y flojas por fuera. Son lo que son, por negarse a ver que ningún culo se enfade con ellas; así es que aquí no se usan camas, te postras en las piedras solo para hacerlas felices. A veces, si están de buen humor, botan de un lado a otro, y gritan fuerte para que no te tropieces con ellas. Las piedras son así, buenas y con un gran corazón. 

Día 2 de abril, 2014.

EL CORMORAN

 

 

          Había salido de pesca temprano, en ese momento en que la noche se vuelve más clara, toma un tono que aligera; sabe que no puede quedarse y antes de partir deja resplandeciente el cielo sin necesitar de las estrellas o la luna.

         Salió con cuidado, sin hacer ruido, no fuese a despertar a los veintiséis compañeros, casi todos familiares, qué junto a el dormitan en las rocas. No es época de nido y la acción independiente le hace sentirse mayor; pocas veces se dispersa la nube, siempre siguiendo los pasos dictadores del más fuerte, y pocas son las ocasiones en que un cuervo de mar, un cormorán, logra aislarse. 

No es la primera vez, lo hace siempre que puede, simplemente es un cormorán solitario que no gusta de la compañía. La utiliza, a veces la necesita, pero no es de su gusto. Lo sé, lo he visto en muchas ocasiones retarse con las gaviotas; planea a su lado y si tiene un día seco, asciende hasta que su peso le deja. Juega con ellas un rato, revolotea, se posa en los techos de los barcos dormidos y vuelve a alzar el vuelo con una gracia especial. Se comprenden, se gustan, las gaviotas que nunca quieren invitados, a este le dejan, le lanzan gritos feos como palabrotas desde lo alto y le retan, y el sube dando grandes aletazos, levantando viento y subiendo. En un momento del juego, posados en alguna parte, abre sus alas y las hace bailar, les enseña los músculos que le dan esa fuerza superior. Se pavonea como no lo hace en sus dominios con los suyos.

Parece que ahora ha llegado el momento. El sol ya despunta y nada queda de la noche, solo el cielo naranja que resalta su color de cuervo, ese negro azabache del que radian todos los colores, así, en metálico, como si fuese una máquina voladora hecha por un amo nocturno que no pensó en el día.

Suben alto, muy alto y a la de ¡ya! caen en picado. De no ser porque sé que el mar tiene poros y que por ellos han de entrar, diría que se estrellan. Se estampan con un sonido fuerte, uno que hace despertar al resto de las aves, los peces, los gatos de mar, todo lo que por la zona está aun ensoñando levanta la cabeza y huele. El olor del mar batido, el de los peces meados de miedo que corren a ver si pueden ocultarse entre algunas redes.

Salen con el botín en el pico, son pequeños trofeos que a las gaviotas les levantan los ánimos y a él, al cormorán, solo le sirve para jugar. Ahora nada mientras ellas se ríen con volumen. Él ha conseguido lo que necesitaba, ponerse en marcha absorbiendo un poco de agua entre sus plumas. Muestra el pescadito que no para de agitarse con desesperación, es una excusa, ni siquiera va a ser el almuerzo de nadie.

          Se gira al muelle y allí las ve en posición chulesca, con el buche gordo de lo capturado y él en un arranque tonto escupe al indefenso, que sale nadando todo lo que su susto le deja. Ya los tiene, a todos, los tiene pendientes y el sol empieza a verse entero, soltándose de la línea que lo agarra, la que no le deja correr.

Da dos vueltas, gira sobre sí mismo flotando con suavidad, para no despertar sospechas. Hace un gesto y toma el vuelo, le cuesta, ahora pesa mucho más y no podrá alcanzar la altura anterior; las gaviotas gritan emocionadas, continua el juego, y esta vez será para humillar al contrincante, esta vez volverá con las alas gachas, como tiene que ser, como ha sido siempre en los juegos entre las gaviotas y los cormoranes, aunque no lo recuerden.

Los suyos ya despertaron y en el aire lo vieron, no se emocionan, lo conocen, conocen todos los trucos aunque no los usen. Los cormoranes son viejos marinos, capitanes de las naves quietas de todos los puertos, ocupantes de las rocas y las copas de los árboles si los hubiera, ellos son los cuervos del mar.

Allí, abriendo alas, lo ven llegar a lo más alto, se le nota el esfuerzo y ellas, las gaviotas le ríen la valentía, se ríen del esfuerzo y ríen pensando que volverá a explotar en las aguas para salir airoso con un pequeño pescado. En este puerto hace mucho que no se ven buenas piezas.

Otra vez hay estruendo, todos miran, todos quieren ver el final de este duelo. Es un duelo de aves del mar, muchas veces visto y pocas contemplado. Hasta el sol se eleva para ver mejor a las criaturas.

 

Un impasse, un silencio, un tiempo largo sin respiración. Ellas ya van saliendo, muestran mediocridades de buen tamaño, coleteos de pescado azul que huele nada más tomar aire fresco. Sigue el silencio, el negro no sale, lo esperan ansiosos, no sale. 


          Por fin, asoma un gran pez como lanzado por un impulso descontrolado, vuela. Los peces pocas veces vuelan, este vuela poco; seguido, tras el, un gran pico le abre las puertas y es cazado, que no pescado.

 

          Se toma un buen rato para que todos lo vean, lo gira, lo muestra y poco a poco va entrando en la cueva del cuervo. Desde el borde de un barco las gaviotas, los gorriones, un gato y dos marinos miran la escena. 

Hoy el juego de la valentía la ha ganado el cormorán y ni todos sus hermanos que ya llegan a ver si tienen la misma suerte, olvidarán el acto. Nadie lo olvidará hasta la próxima noche en que el tono claree y el sol esté presente.

 

Fin.

Altea, 12 de abril,2014.

ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO.(4)

En Enciernes encuentro lo que no sabía que buscaba. Había sido yo la que preparaba las llegadas, tenía bebida templada, lista para, si se diese el caso, calentarla o comenzar a soplar con viento fresco para ser refresco de bocas secas, y no, ellos ya nos tienen hecho el caldo. Se agradece esta deferencia y veo que las gentes aquí son bien aventuradas. Dije bien, que lo son, tienen todos caras de tener unas grandes y buenas aventuras, y no las llevan a sus espaldas como sería de esperar. Las presiento, sus aventuras, en los lugares más insospechados, por ejemplo, en un párpado que cae a mi paso, o en un estrecharme la mano y dejar que gire la muñeca como si estuviese abriendo una puerta. Así lo noto, y sé que nos serán contadas. 

Día 28 de marzo, 2014

En Enciernes las casas están a medio hacer. Nadie se preocupa si una entrada necesita una puerta o si no hay manera de subir a la estancia del piso alto porque no hay peldaños en la escalera. Importa poco si las tejas se sustentan por hilos invisibles y no por vigas, se caen si lo desean, y se vuelven a colocar. Ves un grupito de ellas, de tejas, con mejor sentido colocadas de platos sobre una mesa, listas para dejar que las gotas de caldo bailen de un lado a otro. Sirvieron para las sopas y nos vimos en la necesidad de ir tentando a la suerte para que sirviese, la sopa, de charco donde chapotear al compás, con los cientos, miles, diría yo, de fideos finos que la componían.

Día 28 de marzo, 2014

En Enciernes dormimos. Nunca había soñado tanto, ni me había despertado con tantas ganas. Me desperté espabilada y los sueños aun rondaban a mi lado, ellos no querían dejar de jugar y pude verlos saltar de cama en cama, de la ventana a la calle, jugueteando con otros sueños, los de otros, y se contaban como era que soñaban y no sabía yo que los sueños también sueñan y por eso no se quieren ir a dormir. Me dicen que no me preocupe por ellos, que se cansan pronto y padecen del olvido. Irán cansándose y arrugándose, y se quedarán en un rinconcito esperando que llegues cansado, y te dejes la puerta abierta y se meterán por los agujeros de la nariz, y volverán a querer tomar de tus cosas para seguir creciendo. 

Día 29 de marzo, 2014

 

 

 

ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO.(3)

Hacia Enciernes el camino se alarga por el deseo del llegar. Veo con curiosidad pequeños indicadores que muestran la meta, hacen preguntas irreverentes y noto que de no ser correcta la respuesta, retrocedes, o un árbol enorme se presenta; asaltan las dudas y no sabes si trepar o simplemente sentarte a meditar la respuesta que diste. La vida es así, tal que así. Hay vidas llenas de muros donde solo puedes ir escribiendo los pareceres; en otras se salpican de árboles para el mejor hacer. Así es la vida, a veces parar, a veces trepar, siempre pensar como el respirar. Ya llegamos. 

Día 25 de marzo, 2014

Enciernes nos mira, ahora está cercano y podemos oler a pan en el horno, a sal marina recién espolvoreada, o un intenso rojo que nos entra por los huecos nasales como si pudiesen masticar. Me retengo, no quiero dejar que mis pies corran más de lo necesario, la visión bien merece un despacio y en despaciosamente dejo que la luz, esa que veo está a medio encender, me llegue. Llega con un brazo abierto, como dando un medio abrazo, la otra mano gesticula para que nos acerquemos. Tiene un sombrero enorme, de amplísimas alas, todo cubierto de fresas que nos miran también. El llegar es inminente, aprisiono la respiración que quisiera compartir con todos. Ventea a polvo de recién conseguidos. 

Día 26 de marzo, 2014

Llego a Enciernes andando; sé que al paso que voy da lo mismo que use un pie u otro. Mientras esto hago, dar pasos, el pie que se queda en el aire reposa, mira al otro quizás con un poco de recelo, piensa que estaría bien ir acompasados, dar el avance juntos, a la vez. Luego, luego le toca a el y vuelta a empezar. No sé el motivo, ni la razón, pero aquí mis pies han tomado la iniciativa y se sienten independientes, como si no hubiesen tenido bastante yendo colgados de mis carnes. Temo los voy a perder, se alejaran de mi y no son mis hijos, son más que eso, son casi yo, aunque mi yo, creo yo, lo tengo en otra parte más elevada. Caminar sobre cosquillas que hacen cantos que ruedan sin parar… esto es Enciernes.

Día 27 de marzo, 2014

 

 

 

 

ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (2)

A Enciernes voy queriendo encontrar la luz que me dejé a medio camino. Nadie está seguro si la apagué o quizás se mantenga encendida una pequeña llama del color de la esperanza. Dicen que no se apaga, pero a veces anda perdida iluminando caras ocultas. Apartaré las sombras con los dedos y la veré caer como los churretones de miel de las bocas golosas. 

Día 23 de marzo, 2014

A Enciernes voy queriendo encontrar la luz que me dejé a medio camino. Nadie está seguro si la apagué o quizás se mantenga encendida una pequeña llama del color de la esperanza. Dicen que no se apaga, pero a veces anda perdida iluminando caras ocultas. Apartaré las sombras con los dedos y la veré caer como los churretones de miel de las bocas golosas. 

Día 23 de marzo, 2014

En recta a Enciernes, dudo si subo o si bajo, no hay referencias cardinales que me indiquen el camino. El sol nos acompaña, a veces, y hace giros, ruedos, miradas…  Me fijo en el canto de una dura roca, la nota no es suficiente como para cortar el silencio. Miro al cielo que resulta ser una bóveda llena de estrellas que hacen coros a un luminoso roncho que se coloca para unas fotos y en todas puedes decir lo que desees, amanecer para los que se encaminan, atardecer para los que prefieren soñar… sea como sea, Enciernes es la que se acerca. 

Día 24 de marzo, 2014

 

 

 

 

 

ENCIERNES, O EL LUGAR INCONCLUSO. (1)

Camino a Enciernes la luz del cielo hurta mi mirada, guardará reposo en las nubes rosadas que tiñen el abrazo y hacen que el caminar sea un poco mejor. Veo una bandada de pájaros blancos y negros hacer juego con el suelo de las paradas y siento que debo continuar, aunque llegue tarde como siempre. El sol saca largos brazos buscando las galletas de desayuno, ha de mojarlas en todas las leches de fresa.

Día 23 de marzo, 2014

Al ir a Enciernes tomamos el camino convexo, lo apretamos, hasta que los pasos bailan solos, interrumpiendo, las risas de los pies, las conversaciones. 

No hemos de llegar pronto. Todo el mundo sabe que las charlas no tienen finito, se alimentan de la música de las palabras; las previstas cosas de la ruta nos hacen montar en la iluminación, es la fuerza del querer que se disipa como la luz del día. 

Día 23 de marzo, 2014