EL ARTE QUE TENGO CERCA

El arte que me rodea está implícito en lo cotidiano. Elevar a grado artístico lo que se usa con normalidad, es costoso; no está la utilería pensada para esto, pero a mí me gusta, me hace sentir bien y el encontrar belleza, la que es posible que invente por las esquinas, me relaja, hace que la vida tenga un poco más valor.

Tomo feliz mi café de la misma taza madre. Siete años lleva dándome un agrado visual digno de mención; sus perfiladas curvas, la ligereza de la porcelana vieja, es singularmente agradable. Tiene venas como persona de trabajo duro y un asa que pareciese un ojo avizor. Cada marca es seña de su vida, como un anciano, personaje de una novela antigua, ella es mi arte del café; a veces le hablo bajito, y le digo que celebramos un nuevo azucarillo, o inauguramos un brick de leche; hacemos fiesta de la dedicación y el calor.

Un retorcido cable se abre paso entre un estante y otro. A modo de garabato entrañable de la casualidad, es, sin duda alguna la obra a la que le falta firma. Hace sombras según entra el sol por la ventana y al atardecer parece un signo, una clave de sol perdida en un mundo sin rectas.

Hay, a la derecha del trazo, un poco más arriba, una cesta que contiene. El contenido no es interesante, son restos de otras obras terminadas o que no llegaron a ser importantes y no merecen exponerse, como bocetos sin clasificación. Es, el cesto, la obra que me gusta mirar.

Seguramente mano experta le dio vida a la simple piel de árbol, seguramente el tiempo le dio ese color entre tostado y quemado que tiene, pero a buen seguro hay sudor en sus entrelazadas formas. Lo veo avanzar y retroceder con la estación. Si es verano está constreñido, será el calor y cuando ya las lluvias llegan, se hincha, se relaja. De tanto que lo miro veo su sangre correr, esa que va rellenando los huecos y que se mezcla con el polvo. En ese estado de colgadura, desprende olores que identifico con el campo húmedo.

En un rincón hay una caja de mistos que debió tener vida propia. Ahora se empapa con el aceite y la grasa que fluyen de los guisos. Lo que fue blanco se hizo amarillo, la zona de rasca asemeja un mapa aéreo del desierto que avanza sin compasión. Tiene en su cara popular una vista de una obra famosa, me gustó la pintura y la agregué para que me acompañara en la cocina. Ahora la intento mantener erguida, en la postura donde se puede apreciar mejor el arte anexo, pero ella se empeña en colocarse de otra manera, de tal forma que las cerillas de cabeza roja se asoman y me miran.

A veces veo un Picasso en las mondas de las frutas. Su colocación es espontanea, compostura dolorosamente retorcida, lacia y que juega con sombras y huecos que la hacen hermosa. Un conjunto que retengo durante el tiempo en que una mano desconocida, bien puede ser el mismísimo aire, y que la hace degradarse como una pintura vieja. Con las patatas no pasa lo mismo, se me aproximan toques de paleta, más pequeños y soleados.

Un corcho que parece un Pollock. Un cacillo de acero que me permite ver la luna sin necesidad de mirar al cielo, con sus menguantes y crecientes, según el azar lo pose.

Tengo la vida rodeada de sombras adecuadas, de luces que las cortan, y de colores o formas que me ilustran en un lenguaje donde todo es arte y parte de mi. Hay sustos que se descomponen formando un bodegón asimétrico y caduco; hay renglones por donde se puede pasear para ver un paisaje lunar, que sin duda mereció ser horneado.

Yo misma me instalo a un lado, hago gestos de admiración y paso con sumo cuidado por las cosas cotidianas para que no se rompa el embrujo, sin ser esto una premisa, porque cada día resuena otra compostura y una nueva obra será descubierta y explorada.

Estoy rodeada de un arte sacro, que santa es mi vida. Estoy condenada al disfrute, donde las manchas se hacen figuras que se transforman en otras figuras, que se deshacen por las acciones intencionadas o no. Luego vendrán los artistas a pintarme los ojos, querrán que les diga que me gustó su obra, y yo tendré que discernir, imaginado que lo tendría en mi casa y saber si es posible servir el café usando la tela como bandeja.

100 MANERAS DE TOMAR EL SOL

Este clip está realizado con las tomas conseguidas en el verano del 2014, en las playas de Altea y alrededores.

Cuando los cuerpos dejan de ser objetos de visión contenida para mostrarse relajados y expresivos. Esto es lo que se ha querido mostrar, la belleza de todos, absolutamente todos los cuerpos, sin otras implicaciones que el estar haciendo algo por puro placer.

No se muestran, yo los muestro, y no olvidaremos el aire fresco del mar, el juego del agua sobre las pieles y la gran fuerza del sol.

CARTA DE AMOR ENFERMO.

 

“Ahora no estás pero todo huele aun a ti.

He limpiado la casa, es vieja y se enceró con tu sudor, tu ira y la rabia que desahogabas en mi cuerpo. Me he duchado con lejía y ahora huelo a retrete de estación y miro el armario sin saber qué ropa ponerme, simplemente me tapo.

Me dicen que ya no me puedes hacer nada, me dicen que te olvide qué eras malo y que remonte mi vida. Sin ti no tengo vida.

Hay una chica muy joven, ha estudiado no sé qué master y quiere animarme, me dice cosas que no entiendo, dice que he vuelto a nacer y no sé por qué.

Me da miedo decirle que te amo, que te necesito, no sé vivir sin ti. Si se entera de esta carta que te escribo se enfadara conmigo, es tan tierna; ya ha comenzado a renombrar a su madre, sus consejos expertos acaban con refranes viejos.

Y me pondría el mundo por montera…si tú me lo pidieses. ¿Qué puedo hacer para ayudarte? Ya no tengo marcas ni dolores, soy la mas ignorante del mundo, bien lo sabes, aquel medico tan serio, tan limpio, le rogué por mi vida y con la denuncia la vida misma se fue contigo.

Dicen que no te visite, que cambie de casa, de trabajo, de pueblo, ya no me llamo como antes, con el nombre que me diste, dicen que ya soy libre y no me dejan ni recordarte. Puedo vivir sin ti pero moriré poco a poco.

También tengo que testificar y contarle mi vida a un juez. ¿Qué le digo? Le diré que me sacaste de la basura, me diste casa y comida. Le diré que a veces te enfadabas porque soy boba, desobediente y te cansabas de enseñarme. Dicen que casi me matas y es ahora cuando lo vas a conseguir. Le diré que la culpa era mía, que te enfado porque soy descuidada. Le diré que me amas más que a nadie en el mundo, si no fuese así, no te preocuparías por mí.

El otro día salí a la calle y las vecinas me miraban, iba sin maquillaje porque ya no tengo marcas que ocultar, iba con un vestido verde que me dio la asistente social en el hospital y estaba sola. Nadie me miraba mal, algunas personas me sonreían y no era yo que les provocaba, la panadera me invito a café; cuando pagaba el pan se me callo una moneda, una persona se agacho por mi y no me sentí idiota. Volví a la casa que huele a lejía y te eché de menos, hice esfuerzos para comer y me encontré comiendo sola, con un vestido verde, con un pan oliendo a café y pensé que ya no te vería mas, que por un momento podía hacer lo que quisiese, me senté en tu sitio, bebí de tu licor en tu copa, encendí la luz y es de día, la apague, la encendí y así se quedo hasta la noche, porque ya no estas y he pensado que ahora en tu honor soy yo quien tiene que educarse, me he castigado en tu lado de la cama. Mañana me levantare tarde y le diré al juez que te amo, que cuando me pegabas no me hacías daño, que soy débil y no aguanto nada, que aún te amo, te amo tanto que voy a olvidarte, es mi mejor castigo, porque no te merezco.

Les diré a todos que ya soy libre, que nadie me pega y me pondré el maquillaje que me regalaste, no tapare nada, solo disimulare mi soledad y mi amor por ti.

Cuando salgas tendré otro nombre, otra casa, otro pueblo y a lo mejor como soy una descuidada, olvido lo que ahora es tan importante para mí.

Te quiero tanto que cuando te recuerdo me duelen todos los huesos.

Tuya, hasta tu final.”