En Enciernes ocurren cosas increíbles y por lo tanto es menester que uno allí se sienta un tanto apocado. Hablas y no ves que las palabras salgan como de costumbre, se sosiegan y te miran. Escuchas los sonidos naturales de esta zona y los ves, cosa curiosa esto de ver los sonidos; tienen unos colores hermosos, quizás un poco exagerados para el ojo no acostumbrado. Veía una A mayúscula dar golpecitos contra el suelo, esperando ser reconocida, con ese encanto que tanto afemina los vocablos, y la verdosa Ge, que me guiñaba un ojo con simpatía. Salían al paso en grupo, dando significado a la charla y yo no podía seguirles el paso de tan fluidas que iban. Sentí que me desesperaba y escupía sílabas como un tartamudo cualquiera y estas no corrían, esperaban a que acabase para estar abrigadas. O ver que las frases son palabras que juegan en grupos y se corren una fiesta con la intención. Y la cordura le quita importancia a todo lo dicho.
Día 6 de abril, 2014
En Enciernes se sale de los lugares con la idea de no llegar. Sales por el placer de verte avanzar, y esto es lo interesante. Buscas un propósito relativo, como todos los propósitos, uno bien vestido, que use guantes para no implicarte demasiado, y te pegas a el como un moco se pega a un filtrum, por las vistas. Los transportes se comen sin remedio; trenes de mantequilla deslizante, coches de merengue tembloroso; las bicicletas mantienen su compostura de dulce de batata con queso y puedes ir chupabicicleando. Nunca llegas, pero desayunas.
Día 7 de abril, 2014
En Enciernes hay niebla espesa. Dos días llevamos sin vernos los unos a los otros, no vemos los lugares, solo los percibimos y es como una especie de presencia que ronda lo espiritual. Escucho los cánticos hermosos de las personas, el rondar de las cosas o los cuchicheos, que a veces se elevan a gritos de las plantas. Dicen, “¡percibe!” y te empeñas más en esto, ver sin ojos, mirar más allá y comprobar que las cosas están cambiando. Me han dicho que cuando pase será diferente, que es un aprovechar al descuido para cambiarlo todo. Siento el movimiento pausado y acompasado, como un ritmo musical; yo misma puedo pisar la niebla y me cambia los pies, cuido no vaya a estropear nada, pero no es importante, también cambiará. Estoy aprendiendo a percibir desde el supuesto que nada está impuesto, y ya no es un suponer, porque en la neblina todo da un poco igual.
Día 8 de abril, 2014