A veces pasa, en Enciernes, que si cierras los ojos por un determinado espacio de tiempo, y luego los abres adecuadamente, pasan cosas que no tendrás ganas de explicar.
No son inexplicables, porque aunque no las entendamos están, incluso siendo veladuras de la realidad disminuida. A ver si consigo exponer lo que ocurre, de manera precisa y afinada.
Si esto fuese un manual, diría: lee primero, en el primer punto; si no lo fuese, no diría nada, pero a buen seguro con el segundo punto, nos quedaríamos tan anchos y entraríamos al juego del dormir, entonces, sueltas la pierna.
Punto dos: cierra los ojos. Ciérralos con suavidad, con cuidado de no hacer que las pestañas se enreden unas con otras y tengamos que acudir a la peluquería de pelos pequeños.
Punto tres: no olvides respirar. Punto cuatro: si estás respirando puedes pasar a darte cuenta de que al inspirar no solo se te llenan los pulmones y demás huecos pectorales de aire, se da el caso de que también lo hacen las cuencas oculares y cuando esto pasa se oxigena el pequeño conducto que recoge las visiones, las reales, y las mezcla con lo aprendido. Al expirar, lo aprendido se relaja y deja paso a lo imaginado, salpicado con gotas de deseo. En el punto cuatro, en siendo consciente del buen manejo de esto, puedes abrir uno de los dos ojos. Con sumo cuidado, lentamente, saboreando la claridad (cuando se tiene experiencia, el párpado no tiembla, obedece la orden) Ese ojo abierto comprueba que la vida sigue y se pone contento. Procura controlar la emoción, es posible que al ser algo nuevo, la vida que ves no sea real, del todo real.
Punto cinco: Vuelve al modo plegado el párpado. Sigue respirando, así, continuadamente. Ahora repite la acción pero con el otro ojo y, esto es lo importante, ten control en el deseo de abrir los dos ojos a la vez. No lo hagas, de hacerlo volverás a ser una persona normal, sin mayor historia, ni una película de comedia o drama. Con esta acción, abrir el otro ojo, se consigue algo espectacular. En cualquier otro lugar del universo, no ocurre singularidad alguna, aquí, en Enciernes, cuando consigues hacer este ritual, el segundo ojo te muestra la vida que no es real. Te muestra cosas similares a las anteriormente vistas, pero para nada lo son.
No hay más puntos, solo advertencias amables, como que si no te sientes capaz, no continúes con el ejercicio. Puede darse el caso de que al terminar, cuando se vuelve al estado normal, con ambos ojos abiertos, se de el caso de que la realidad se mezcle con la ficción y no sepas muy bien por donde tirar.
Dicen los más viejos del lugar que si haces esto todos los días, un par de veces, acabas siendo un hombre poderoso capaz de dominar los temores y tener fuerza extra para todo aquello que te propongas. Ellos, los expertos, son capaces de recrear mundos infinitos, lugares hermosos donde todo es posible o imposible, rico en matices y cargados de emociones. Así cuando les ves ejercitando, o solo siguiendo el ejercicio, sus caras se vuelven transparentes, sus cuerpos blandos y de no ser porque algo etéreo les une al resto de los habitantes de este lugar, podría darse, se les nota, se dan casos, de desapariciones. Quedan en un lado, el del ensueño y la libertad, el que no es del todo real, pero siempre necesario para la supervivencia.
Día 16 de abril, 2014