En Enciernes no hay trabajo, nada, ninguno, no lo hay. Y las cosas se hacen, se resuelven las carencias y se da gusto a las necesidades. En Enciernes no hay trabajo, nada… Los veo y parecen atareados, hacen muchas cosas y no lo hay. He preguntado si es que les falta la palabra, que puede ser, y me dicen que no, que la conocen, pero que no la usan, es más, alguno me indicó que es un poco insultante. No hay trabajo, no lo hay. Por fin he encontrado la solución a este enigma, aquí las cosas se hacen como lo haría una mujer, una de las de nuestro mundo, con ese doble sentir, el ver las consecuencias con cierto enfoque al futuro y el desear agradar y facilitar la vida a uno mismo y a los demás. Se hacen cosas, se limpia, se fabrica, se cocina, se monta, se… todo lo que sea necesario para que nada falte, pero no se hace a cambio de algo convertido en pedacitos de metal o papel. El pago es la buena y ordenada vida para todos, eso que nunca tendrá precio y que se llama subsistencia.
Día 19 de abril.
Tengo la sombra revolucionada, la tengo muy vista y sin embargo, ahora me doy cuenta de que me sonríe constantemente, se acuesta en el suelo, se inclina sobre unas piedras, me mira y es que aquí en Enciernes no consigo retenerla. Antes la veía a mi lado, constante, poco amigable, pero con un punto, qué pensé cariñoso, ese que le hacía sentirse ligada. Luego poco a poco intenté no darle importancia, y no lo hacía cuando los seres densos la pisaban, o cuando un coche le pasaba por encima. Sé que esto no le gustaba, lo sé ahora, me lo dijo el otro día y volvió a sonreír cuando le dije que podía irse. Sonreía, se carcajeaba, se me acercaba mucho reproduciendo fielmente mi forma; no se irá, no quiere, nos pertenecemos. Ella es el enlace que tengo con la luz, y yo, lo soy para ella en la densidad. Somos dos y somos una, somos.
Día 20 de abril.
Hoy hubo un bienestar suelto en Enciernes. Allí estaba en la plaza, corriendo de un lado a otro, tocando los bancos, las macetas, a las puertas de las casas, todo lo tocaba. Cuando se cruzaba con alguien, literalmente, se cruzaba, lo traspasaba y les dejaba una sonrisa en la boca. Aquél lugar empezó a iluminarse y sonaba una música lejana, agradable, muy agradable.Todos empezábamos a emocionarnos, tanto que el bienestar se sintió abrumado. Fue un baño feliz que se instaló en la plaza por unos momentos, y lo fue, porque alguien llegó con una escoba y comenzó a barrer. El bienestar esparcido se deshacía, perdía consistencia y todos volvieron a sacar de los bolsillos aquel que era de uso propio, el que se consigue con el esfuerzo de cada día.
Día 21 de abril.