No sé cómo explicarlo, pero aquí, en Enciernes, se pierden los días. Por ejemplo, tuve uno donde lo pasé bien, fuimos a caminar, aprendí cosas sobre las plantas y me recliné un buen rato en el lomo de un árbol viejo. Comí delicias de las matas y bebí un jugo trasparente que cae por entre las rocas… y este día no lo encuentro.
He preguntado a ver si alguien lo había visto por algún lado, que es mío y me da cosa tenerlo suelto, descontrolado. Me dicen que aquí eso es normal. A veces ves los días de otros y si te parecen majos te los puedes quedar. Me preguntaban por el lugar de donde venía, al ver que me extrañaba, no podían entender ese gusto por la posesión. Me dejaron con tranquilidad, nadie maltrata los días, ni los propios, por si sirven para otros, ni los que van tomando por el camino.
Ahora que sé que se aprovechan tanto procuro no dejar nada suelto, me comprometo y al momento cumplo, me ofrezco y voy; ando deseando encontrarme con alguno de los míos en otras manos, para ver si al usuario le fue tan bien como a mí.
Día 26 de abril.
En Enciernes puedes conseguir vestirte con nombres propios; llevar una camisa de tal, unos calcetines de cual, sea lo que sea, las prendas se realizan con los hilos de sudor. Cuando se trabaja, se suda. Cuando se camina, se suda. Si ríes, si bailas, o hagas lo que hagas, si se suda, se suelta hilo. Aquí el sudor se convierte en filamento y unidos hacen un hilo que sirve para este fin.
Si el hilo es grueso, consistente y en tonos ocres, es de trabajo, si ves que vuela como con antojos, viene de un baile acompasado. Siempre varía y se mezclan para conseguir distintas texturas y colores. Hoy por ejemplo, llevo una camiseta hecha con los fluidos de un alfarero, tiene ese color bonito del barro cocido. Los pantalones deben llegar de un pescador, brillan como si tuviesen escamas y huelen un poco a medusa. Los culeros son finos y suaves, seguro, seguro, se hicieron con los hilos de un sudor enamorado, ese que huele a dos y se consigue cuando se hace algo importante, como besar, el amor…
Día 27 de abril.
En Enciernes hay cosas superables e insuperables. Superable es el cansancio, descansas. Insuperable es el caminar con los pies de otro.
Hubo un tiempo en el que las acciones eran comedidas, relativamente estudiadas para sacar de ellas el mayor provecho, hasta que se decidió que esto era una pérdida de tiempo. Unos decían que había que aprender de los errores y otros, estos lo gritaban, que no, que si había que aprender que fuese de los triunfos. Cierto es que estos convencieron a los otros, daban buenas razones, exponían bien los puntos y por esto ahora cuando pasa algo que no gusta, rápidamente se consulta en los apuntes de los que lo consiguieron, y se retoma, se rehace a sabiendas de que saldrá bien. Si por una de aquellas a la primera fue la vencida, tienes que apuntarlo, para que no se olvide como se hizo y los que lleguen sepan cual es el buen camino. Los caminos malos no interesan, no sirven para nada y son rápidamente transformados.
Día 28 de abril.